viernes, marzo 04, 2011

Necesita ayuda


––Ana hablé con mi padre y me di cuenta de que no estamos bien. Las dos sabemos que esto no está bien.

––Bueno pero yo sí estoy bien. Hace tres días que no como y me siento mejor que nunca, me parece que la que no está bien sos vos.

––No, no es así. ¿Te das cuenta que te estás metiendo en algo grave?

––No hables como si fuera yo sola.

––Es que es la verdad. No sé que me pasó por la mente. Pero papá tiene razón, hay otras maneras de bajar de peso, de sentirse bien. ¿Por qué no empezamos el gimnasio mañana?

––Bueno, podemos empezar.

––¡Genial, que bueno que aceptes!

Al día siguiente Ana y Mía se encontraron en el gimnasio. Nadaron en la pileta, caminaron en la cinta y más tarde asistirían a la clase de steps.

––Estás más flaca, Ana.

––Lo sé, te dije que la dieta funcionaba.

––Pero… ya no la haces más, ¿no?

––No, no la hago más. Sólo me cuido.

La verdad es que Ana sí seguía con la dieta de “no comer”, pero sabía que si se lo decía a Mía ella lo iba a revelar. Al comenzar la clase de steps todo iba bien, luego de unos minutos Ana se fue sin decir nada. Inmediatamente Mía corrió tras ella.

––¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste?

––No me siento bien, estoy mareada. Nos vemos mañana amiga, no dormí muy bien anoche, necesito descansar, tú sigue la clase, gracias por venir.

Mía volvió a la clase pero continuaba preocupada. ¿Tendría algo que ver con la dieta? Seguramente de verdad no había descansado bien anoche.
Cuando terminó la clase Mía fue a su casa y su padre le tenía preparada una rica cena, su preferida a decir verdad.

––Mmm, ¡qué bien huele!

––Sí, decidí cocinarte la tortilla de papas que tanto te gusta. Con esas ideas tontas que has tenido, a esto no te podrás resistir.

Entre risas y charlas, Mía y su padre cenaron y agotados se fueron a dormir. A las 03:00 am Mía recibió una llamada al celular.

––¿Hola?

––Hola, Mía.

––¿Quién habla?

––No importa, necesito tu ayuda. Tu amiga Ana no está comiendo, hoy me la encontré en la emergencia médica y escuché a los médicos comentar que se trataba de un principio de anoprexia.

––¿Qué? ¿Cómo sé que es verdad? Si ni siquiera me querés decir quién sos.

––Está bien, soy Melanie. Ya sé que no somos amigas, pero en la clase pude ver que Ana y tu, aunque no son muy sociables, son buenas personas y cuando vi a Ana en la emergencia hoy creí que si te lo contaba podrías ayudar.

––Gracias, Melanie. Es verdad que Ana está haciendo una dieta de “no comer”, pero se supone que ya la había dejado. Hoy fuimos la gimnasio y no se sintió bien. ¿Con quién fue a la emergencia?

––Creo que con su hermano, fue al único familiar que vi con ella.

––Esto me asusta,  no sé qué le pasa.

––Mirá, yo tengo una prima que tiene anorexia. Todo comenzó porque se sentía gorda y dejó de comer sin que nadie se diera cuenta, cada vez la veíamos más flaca, pero ella continuaba diciendo que estaba gorda. Se llevaba la comida al cuarto para que los demás no se dieran cuenta, pero su madre la descubrió y la internaron porque pesaba 40kg y medía 1.65 m en ese momento.

––¿40kg? No lo puedo creer, tengo que hacer algo. Gracias por avisarme

––De nada y… contás conmigo.

––Gracias, Melanie. De verdad está bueno sentir que hay gente que le interesa si estás bien o mal.


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